Marcelo Ducart
La estrecha abertura
La humildad es la llave que nos abre la estrecha puerta de la salvación

Decía Unamuno: “Agranda la puerta Padre, porque no puedo pasar; la hiciste para los niños pero yo he crecido a mi pesar. Y si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad...". El Evangelio de hoy (San Lucas 13,22-30 nos invita a reflexionar sobre la salvación. A la pregunta de cuántos serán salvados, Jesús responde indirectamente, diciendo: "Lucha para entrar por la puerta estrecha".
El número de los salvados parece no interesarle en dar respuesta. Pero sí nos alerta sobre el tamaño de nuestra maldad a la hora de pasar por la puerta estrecha de su corazón. Y no porque sea incapaz de misericordia infinita, sino porque nuestro orgullo nos suele engrandecer en tal medida que nos volvemos incapaces de acudir a su gracia. Su ayuda es gratuita como la salvación. No depende de nuestros méritos sino de los suyos. La puerta estrecha significa entonces que debemos alegrarnos de nuestro molde pequeño a escala de la humildad: "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos".
Jesús mismo es la puerta estrecha en forma de cruz. Es también el portero bondadoso que no necesita una tarjeta de presentación para dejarnos pasar. Nadie le gana en generosidad y sobre todo, hace posible lo imposible. Por eso, el precio a pagar para entrar al cielo no es el hecho de tener una religión o sentirse justo por sus buenas obras. Sino sobre todo de encontrar el rostro de Dios y su salvación atravesando libremente las puertas estrechas de los pequeños prójimos donde Él vive eternamente...
Marcelo